AveFenix

Un valiente al que, con esa edad en la que prácticamente lo único que debes hacer es jugar y divertirte, se le diagnostica una terrible enfermedad cuya simple mención nos causó estremecimiento al principio: leucemia.

De repente te asaltan todas esas dudas y tópicos que has escuchado a lo largo de tu vida con relación a este asunto y entras en una total oscuridad, lo cual no deja de un ser un tremendo acto de egoísmo, ya que, con esa actitud, lo que en realidad estás haciendo es anteponer tu dolor al hecho de que tu hijo esté enfermo.

Sin embargo, es curioso lo pronto que la mente es capaz de adaptarse a la adversidad. Casi de inmediato, como padres, nos juramos que lo que estaba por venir lo íbamos a afrontar como un equipo y que teníamos la responsabilidad ante nuestros familiares y amigos de hacerles el trago mucho más llevadero. A esto, por supuesto, nos ayudaron enormemente todas aquellas conversaciones con los médicos y personal del Hospital de Sant Joan de Déu que permitieron generarnos la certeza de que no podemos estar en mejores manos. También contribuyó decididamente todo el amor y el cariño recibido por parte de la gente que te quiere y se preocupa (nunca imaginas que pueda llegar a ser tanta). Pero lo que realmente nos conmovió, lo realmente decisivo, fue la actitud de Carlos desde el día uno.

Una actitud impropia para un crío de once años al que acaba de cambiarle la vida de la noche a la mañana y que lo asume con la máxima serenidad, entereza, esperanza y buen humor. Es como si la realidad te cogiera de la pechera, te zarandeara y te dijera: ¿quién te crees que eres tú para estar triste si el verdadero protagonista de la historia te está dando una lección diaria de cómo afrontar la vida?

Él ha sido conocedor desde el primer momento de su enfermedad, de su alcance y de su tratamiento, y desde ese mismo instante ha decidido colaborar incondicionalmente. Cuánta verdad hay en eso de que el dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional.

Como Ave Fénix, Carlos ha decidido elevarse, volar alto. Y en ese viaje se ha llevado consigo a todos los que le rodeamos y queremos, permitiéndonos resurgir, haciéndonos más fuertes y sobre todo mucho más conscientes de lo verdaderamente importante.